El Papa Benedicto XVI ha declarado este año, a partir de la solemnidad de hoy, Sagrado Corazón de Jesús, Año Santo Sacerdotal.
La iniciativa es clara: incentivar a los sacerdotes a profundizar en la razón de ser de lo que hacen, y recordar al pueblo crisitano que deben rezar por sus sacerdotes.
Ambas iniciativas son muy necesarias, y entran de lleno en rehabilitar la imagen del sacerdocio.
Muy interesadamente esta imagen se tergiversa continuamente en los medios de comunicación. Oponen curas progres a curas carcas, curas contestatarios a curas mojigatos. Los presentan como fariseos de la peor calaña, como falsos y peseteros. Como vagos y engañaviejas. Como pervertidos y un peligro potencial para cualquier niño... Y todo esto es rotundamente falso.
Sí, es falso, porque una cosa es lo que un hombre débil pueda ser - y a ese hombre débil, en cuanto hombre se le debe juzgar, corregir y castigar - y otra cosa es la dignidad misma del sacerdocio. Yo no tengo porque excusarme de que soy sacerdote, ni mucho menos pedir perdón. Lo que tendré que hacer en todo caso es esforzarme en sanar las heridas que produzcan mis debilidades o las de cualquier otro sacerdote.
Estoy harto de que me quieran casar - "es que los curas deberían casarse" - cuando yo quiero ser célibe, estoy harto de que nos comparen a unos sacerdotes con otros, buscando rencillas y diferencias, cuando lo que yo quiero es sentirme hermano de todos. Y por supuesto estoy harto de que penda sobre los sacerdotes una depravada reputación cuando los actos que se imputan - no siempre demostrados por otra parte, pero si siempre aireados como la peor de las calumnias - no alcanzan ni siquiera a l 0,7 % de los más de 400.000 sacerdotes que realizamos por todo el mundo las más variadas ocupaciones en favor de los hombres y como obra de culto y amor a Dios.
Por eso estamos en un Año Santo Sacerdotal, para animarnos a los sacerdotes a dejar nuestra vida a los pies del Maestro, y pedirle que nos renueve: en nuestra ilusión, en nuestro compromiso, en nuestra generosidad, en nuestro valentía, en nuestra audacia. Somos, por voluntad del Salvador, uno de sus instrumentos más poderosos en la transformación de este mundo en un mundo mejor. No hay que tener miedo a decirlo, porque no se debe a nuestros meritos, sino a su voluntad. Por eso, hermanos sacerdotes, debemos orar.
Y también estamos en un Año Santo Sacerdotal para que todos los fieles miren con cariño a sus sacerdotes, los apoyen, los defiendan con orgullo y recen por ellos. Para que resplandezca la verdadera identidad de tantos sacerdotes - tantísimos - que día a día hacen un bien que nadie más está dispuesto a hacer, que entregan su vida para hacer un bien que los demás no tienen tiempo de hacer. Para que los fieles descubran en ese hombre la paternidad de Dios, el amigo fiel.
Es nuestro año, un año para dar un salto cualitativo con ilusión, y dejar que el Señor haga resplandecer con fuerza lo que realmente somos y quiere de nosotros.